domingo, 9 de enero de 2011

MALTHUS Y GODWIN

La discusión sobre el poblacionismo en el medio libertario

El legado intelectual de Malthus sobrepasó hace ya mucho tiempo el contenido concreto de sus propuestas y ha pasado a formar parte del vago imaginario colectivo de la modernidad, igual que el darwinismo o el marxismo. Se entiende que Malthus fue el primero en señalar, de manera sistemática, el peligro creciente de un desequilibrio entre población y recursos, en la evolución de las sociedades. Para Malthus el crecimiento tiende, de forma natural, a sobrepasar constantemente la capacidad productiva de la sociedad. Por tanto, el principal obstáculo al crecimiento de la población es la cantidad limitada de recursos. Ahora bien, la población se mantiene a duras penas dentro de los límites de los recursos en virtud de los malos hábitos sexuales que reinan en la sociedad –el libertinaje- y de la miseria presente entre las clases trabajadores. Estos frenos destructivos aumentan la mortalidad y constituyen un obstáculo al crecimiento de la población. Malthus contemplaba estos obstáculos como factores “naturales”. Después, de mala gana, aceptaría también el freno moral –la abstinencia, el autocontrol- como posible obstáculo al crecimiento.

La obra de Malthus estaba dirigida, en un principio, contra los reformistas y utopistas, como William Godwin, que proyectaban una sociedad como sistema de igualdad y que creían en la posibilidad de abolición de la miseria social. Malthus creía que la miseria era un hecho connatural a la evolución social y que tratar de mejorar la suerte de los pobres mediante sistemas más igualitarios podía suponer un aumento desproporcionado de la natalidad y, como consecuencia, un aumento de la miseria. En Malthus la desigualdad es, a la vez, una de las condiciones naturales para regular la población y un estímulo para el progreso, sin el cual se crearía una nación de parásitos.

Se ha criticado en Malthus su excesiva “naturalización” de la fecundidad humana, su empirismo rudimentario a la hora de analizar el crecimiento de la población, así como su indiferencia ante la posibilidad del crecimiento en la producción de recursos. En cualquier caso, después de siglos de controversias, Malthus ha pasado a ser el primer profeta reconocible de la “era de la escasez”, incluso si su profecía podía tomar la forma de una defensa cínica de la clase dominante de su época.

De hecho, no resulta casual que el libro de Malthus estuviera dirigido en gran parte contra la obra de William Godwin, Investigación acerca de la justicia política, la obra considerada como precursora del socialismo libertario. Como se sabe, Godwin predicó un sistema social con el máximo de libertades, el mínimo de aparato gubernamental y un régimen equitativo de la propiedad. Ahora bien, si Godwin tenía razón cuando buscaba la causa del mal social en la naturaleza de la instituciones políticas ¿qué podía responder ante la cuestión de la tensión existente entre población y medios de subsistencia que la obra de Malthus dejaba aparecer?

En 1820, Godwin publicó su respuesta a Malthus, el libro Of population. Tal vez podamos considerar esta extensa obra como el primer intento de diálogo entre una utopía social y sus posibilidades de realización dados ciertos factores que hoy llamaríamos “ecológico”. Un diálogo parcial, sin duda, ya que las objeciones malthusianas mostraban más un prejuicio político que una verdadera inquietud ecológica, y siendo ante todo la respuesta de Godwin un desmontaje de este odioso prejuicio. Dicho esto, hay que reconocer que la contestación de Godwin no llega a superar el marco abstracto de una sociedad política ideal. Una sociedad que podría habitar en un mundo cultivado en su totalidad “como un jardín” y donde los límites de los recursos quedarían en un horizonte muy lejano.

Si bien la doctrina malthusiana fue dejada de lado por la ciencia económica más representativa, el impulso optimista de Godwin sirvió de base al pensamiento socialista y libertario del siglo XIX. La población global aumentó considerablemente durante ese siglo, pero Malthus no había tenido en cuenta la evolución que podía sufrir el sistema de producción de bienes y alimentos con el industrialismo y el comercio planetario. Aumentó el nivel económico de las clases trabajadoras y el sueño del Progreso, presente en las ideas de Godwin, se apoderó del pensamiento revolucionario durante décadas.

Al principio de su obra contra Malthus, Of population, Godwin había escrito:
“Si yo anunciara que la tierra puede alimentar a una población veinte veces mayor de la hoy existente (…) no habría nadie tan incrédulo y de un humor lo bastante sombrío como para contradecirme. En efecto, habría que ser muy cerrado y tener la mente muy estrecha, para soñar con poner límites a las capacidades físicas que tiene la tierra para proporcionar a los hombres sus medios de subsistencia.”

Godwin no podría haber escrito afirmación más desafortunada. Pero lo importante no es tratar de demostrar la falta de previsión de Godwin en su época, sino de ver como esta imprevisión alcanza hoy todavía a las corrientes partidarias de una transformación social radical. Godwin desmontó eficazmente la doctrina malthusiana sobre el crecimiento de la población tal y como éste la mostraba en su obra. Como se sabe, Malthus había tomado a la joven Norteamérica como modelo de un crecimiento exponencial de la población en ausencia de límites naturales, o de lo que Malthus, como ya hemos visto, consideraba límites naturales. Había intentado extender este modelo a otras partes del planeta y había negado la importancia al papel desempeñado por los gobiernos y las instituciones en la evolución social. Había rechazado, al menos en un primer momento, la posibilidad de una sexualidad controlada voluntariamente.

Godwin, a lo largo de todo su libro, rechaza el reduccionismo de la visión de Malthus de un crecimiento poblacional que se da naturalmente sin tener más frenos que la fatalidad de una sexualidad tortuosa y una miseria social fruto de una necesidad implacable. Le repugna el lenguaje malthusiano que justifica la pobreza y niega al desheredado su “cubierto en el banquete de la vida”.

Por lo demás, Godwin rechazó el concepto de crecimiento geométrico malthusiano, por carecer de base empírica, demostró que las causas que se oponen al crecimiento no son ni constantes ni regulares, sino que dependen de muchos factores heterogéneos, y negó que los medios de subsistencia –lo que hoy llamaríamos “recursos”- tuvieran un límite preciso.

En efecto, si Godwin gastó mucha tinta para desmontar el aparato empírico del principio del crecimiento de población malthusiano, sus análisis sobre la producción de “subsistencias” serán más concisos.

Godwin albergaba una gran confianza en la capacidad productiva humana. Imaginaba la tierra entera cultivada como un jardín y la sociedad humana, en gran número, extendida a todos los rincones del planeta. Su idea recurrente es que un individuo está siempre en disposición de producir más de lo que necesita. Godwin creía que las reservas del globo terráqueo sólo estaban explotadas en una parte mínima y que, por tanto, el momento de su agotamiento quedaba muy lejos. Estimaba que con una forma de gobierno justa la población se podría multiplicar por treinta, ampliándose los límites de una sociedad próspera y dichosa. El agotamiento de los suelos de cultivo no implica ningún misterio del destino, es sobre todo el efecto del despotismo y el mal gobierno, nos dice Godwin. ¿Por qué los vastos imperios de Persia y Egipto aparecen hoy como paisajes desolados?: “la causa tiene que ver con la naturaleza del gobierno y de la administración política de los países en cuestión”.

Godwin confiaba en la capacidad de los recursos de la tierra para permitir el aumento de la población inglesa:
“En una palabra, es universalmente reconocido que el suelo de nuestra isla es capaz de alimentar una población diez veces mayor que la actual”

El optimismo de Godwin invadía su obra:
“Resulta imposible señalar límites al perfeccionamiento del hombre, y sobre todo a las mejoras que puede introducir en las artes, y en la aplicación de la industria humana”.

A continuación Godwin anunciaba la posibilidad del advenimiento de un futuro, donde las máquinas substituirían lo esencial del trabajo manual. Incluso llega a concebir la idea de que los alimentos podrían ser producidos merced a recombinaciones químicas.

En el libro de Godwin el desdén malthusiano hacia las posibilidades técnicas de un aumento de la capacidad productiva encuentra su contrapunto en el entusiasmo productivista –y poblacionista- de Godwin.

Hay que decir que Godwin no se equivocó al rechazar indignado el naturalismo malthusiano en cuanto a las causas de la miseria social, no obstante, no pudo evitar sentirse atraído por la visión de una sociedad capaz de crecer casi indefinidamente en medio de una prosperidad material jamás vista. Este sueño de abundancia se trasladó a la mayor parte del pensamiento revolucionario posterior, desde los tiempos de Marx y Proudhon. Precisamente, una buena parte del famoso libro de Proudhon, Filosofía de la miseria, está dedicada a refutar la doctrina malthusiana. Proudhon, de forma similar a Godwin, insiste en la capacidad productiva que una sociedad mejor organizada podrá desarrollar. En otras obras clásicas del anarquismo como Evolución y revolución de Reclus o La conquista del pan de Kropotkin vuelve a aparecer el rechazo tajante al legado de Malthus. En el pensamiento socialista Malthus aparece un poco como el príncipe de las tinieblas cuyo nombre es ritualmente condenado como sinónimo del mal o del error científico.

La discusión sobre el legado de Malthus hace resaltar pues dos cuestiones evidentemente ligadas. La primera es que no se puede negar el hecho de que la obra de Malthus fuera una burda justificación de la miseria social y, por tanto, no sólo careciera de una verdadera base empírica, lo que tal vez es irrelevante, sino que era un mero instrumento ideológico de la clase dominante. La segunda cuestión, sin embargo, señala una paradoja desconcertante: de manera involuntaria Malthus puso sobre la mesa la inquietud sobre los límites físicos de la tierra. Sin quererlo, su obra se convirtió en una advertencia sombría que ni socialistas ni liberales podían aceptar fácilmente.

Desde nuestra perspectiva actual tendríamos que analizar que consecuencias ha tenido en una buena parte del pensamiento libertario el rechazo de los límites físicos en el diseño de una utopía social. La discusión entre Malthus y Godwin es el primer peldaño de una escalera que nos conduce al momento actual.

José Ardillo

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